
Duele La Laguna, duele Torreón y duele Coahuila
Por Alejandro Buendía
Camino por las calles de Torreón o de Gómez Palacio o de Lerdo o de cualquier otro municipio aledaño y respiro dolor. Las banquetas destruidas, el pavimento quebrado, las llaves de agua sedientas. Vivimos en una región y en un estado ahogado en carencias. Las y los ciudadanos padecemos el crecimiento poco sostenible de la región y, al mismo tiempo, las malas decisiones de quienes nos gobiernan.
Este año electoral leeremos y veremos mucho golpeteo. Habrán quienes ofrezcan el proyecto de salvación que transformará para siempre las dinámicas sociales y políticas de cada uno de los 38 municipios coahuilenses que están en juego. Habrá quien sea más recatado y busque darle continuidad a lo que hizo su partido años atrás. Aparecerán otras opciones que se irán directo a la yugular de sus contrincantes, descalificarán, insultarán y al final no propondrán nada.
Así se hace política en México, es sólo un medio en el que navegan para acomodarse en un puesto que goce de muchos privilegios. La ciudadanía queda de lado. Los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos.
Las cúpulas se reúnen en restaurantes, casas o bares de la región y deciden por todos los demás. Insisto, La Laguna, Coahuila y Torreón duelen, duelen mucho.
Entiendo que el electorado esté molesto, que muchas personas ya no acrediten ni validen nuestro sistema. En Coahuila se jugarán 38 alcaldías, 400 regidurías y 75 sindicaturas. Algunos partidos optarán por pulverizar el voto e inhibir la participación ciudadana, otros buscarán su primera oportunidad al frente de un poder ejecutivo y otros más sólo anhelan el 5 por ciento de los votos para continuar con registro y con el recurso que esto conlleva.
Me duele que Torreón no sea competitivo siendo una ciudad tan diversa. Me duele que en Coahuila no haya memoria y se olviden hechos como la megadeuda, la masacre de Allende, los desaparecidos, los feminicidios y otros hechos de corrupción y violaciones a derechos humanos. Me indigna que el 56% de las y los torreonenses ganen menos de dos salarios mínimos diarios y, en cambio, sus jefes vivan como reyes en palacios de cristal.
Lamentablemente, en nuestra incipiente democracia, el único vehículo que tenemos para influir de forma directa es el voto. Si no vamos a ejercer nuestro derecho, alguien más, que podría defender intereses oscuros, lo hará por nosotros. Es válido estar enojados con el sistema electoral mexicano, así que, nuestro deber, es fortalecerlo a través de la participación.
Más allá de la urna, nuestra misión consistirá en ser vigilantes, en quejarnos, en no dejar que nos pisen, en exigir hasta el cansancio. Torreón, La Laguna, Coahuila y México ya no aguantan más. El dolor es sofocante, la indignación está extendida en cada rincón. Nos toca organizarnos, participar y entender que, desde afuera, podemos hacer muchos cambios para que las entrañas del sistema ya no estén podridas.
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