
¿Otra vez lo normal?
Por Miguel Ángel Ordaz
Cuando empezó la pandemia, ya hace un año y medio, también se empezó a hablar de una nueva realidad; la que vivíamos había rebasado la razón y se había asentado la mala costumbre de aceptar el perjuicio para muchos y el beneficio para unos pocos. A fuerza de repetirse, se consideró normal que en procesos electorales la mentira fuera en todos los casos la principal oferta política a la comunidad.
¿Por qué se mentía?, porque era y sigue siendo válido en tanto no se cuestionen las promesas, es decir, se exija el detalle de la oferta – tiempos, recursos necesarios, planes y acciones, resultados proyectados, beneficios potenciales, entre otros- y en su momento se persiga literalmente al ganador de la elección, para conocer su agenda y exigirle establezca las formas y mecanismos que nos permita conocer su trabajo, decisiones, y sobre todo qué asuntos serán considerados de interés de los representados, en principio.
Aunque se dice rápido, para cuestionar y exigir se requiere información, conocimiento, preparación, otra actitud, nueva forma de pensar, aspectos a los que por lo general no les dedicamos tiempo. Le restamos importancia y hasta llegamos a afirmar que eso le corresponde al gobierno; total esperar una vez más no exige; sin embargo, en estos tiempos de tantos y variados problemas agregamos otros: el lodazal en que se han convertido las campañas políticas, donde las ocurrencias, las intromisiones del poder en el proceso, las habladas de los líderes de diputados y senadores, los “no nos afecta” de los líderes y dueños de los partidos cuando un candidato renuncia o deserta.
¿Cómo llegamos a esto?, solo hay que recordar cómo eran las elecciones en tiempos del “Alazán Tostado”, así apodaban a Gonzalo N Santos, político de pistola fajada al cinto y que a balazos coordinó las elecciones de 1941; en las de 1946 las boletas se entregaban a los electores debidamente cruzadas, regresando en blanco las que les daban en las mesas de votación; se entregaban a granel credenciales provisionales; en las de 1956 más violencia, votantes sin credencial, niños votando en San Luis Potosí, y con el tiempo se pasó del “fraude criminal” al “fraude industrial” con la rasura del padrón, registros múltiples de electores, pago por votar, casillas clandestinas y los medios de información – mientras continuaba el conteo, adelantaba por consigna, el triunfo del candidato oficial. Eran los tiempos del partido hegemónico, del presidencialismo autoritario, mismo que empieza a asomar el cuerpo entero en 2021, donde lo normal es continuar con el deterioro democrático, el desmantelamiento institucional, la mentira, la opacidad en el manejo del dinero público, la simulación en el combate a la corrupción, el nepotismo y el riesgo de pasar de la polarización social al enfrentamiento entre poderes, y por los sucesos de Tamaulipas, también al enfrentamiento entre ámbitos de gobierno.
En mi colaboración anterior (Memoria), citaba dos alternativas para transformar al país, la del Control Jurisdiccional (Hans Kelsen) y la del Control Político (Carl Schmitt); vale señalar que esta defiende el sistema de partido único como modelo estatal para conseguir la unidad del pueblo alemán y que jure lealtad incondicional al líder Adolfo Hitler; fascismo puro.
En el Cajón. Ante los hechos de gobierno, no queda duda que se están dando los pasos necesarios para centralizar el poder en una sola persona; se viene minando el sistema de pesos y contrapesos que representan la división de poderes y los organismos autónomos constitucionales. También el INAI es de todos los mexicanos, a pesar de lo que sucedió con el Instituto de Transparencia de Oaxaca; el congreso lo desapareció. Si queremos ser actores en este proceso tenemos que salir a votar este 6 de junio; saber quién es quién como candidato; cuál es su propuesta, no su frase de campaña. Participa, entérate amable lector. No debemos regresar a la normalidad que dinamitó la pandemia.
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