La Otra Normalidad
Por Miguel Ángel Ordaz
Acostumbrase: adquirir costumbre de algo. Lo acostumbraron al vicio, al juego… Diccionario Real Academia de la Lengua.
Ha transcurrido ya casi un año de la aparición del Covid 19 y la forma como nos fuimos enterando de su desplazamiento a todo el mundo, y todavía no sabemos en qué condiciones quedaremos cuando la pandemia haya provocado todos sus efectos y se hayan estabilizado y normalizado las actividades.
En todo este tiempo lo que más ha tenido resonancia es la llamada “nueva normalidad”, misma que no acaba de asentarse pero que ya aparecen algunos signos. Sin embargo, me parece conveniente echar un vistazo a nuestras históricas normalidades, mismas que derivan de la actuación del gobierno y la complacencia de la sociedad.
Sin ir muy lejos, lo que sucede en la política, quienes se dedican a ella, casi de manera natural por la aceptación, se tolera que el enriquecimiento rápido se vea como normal, ya lo señalaba Mariano Otero en 1847; a partir de ese tiempo se fueron acuñando frases que hicieron de acciones y hechos ilegales algo normal; “el que no tranza no avanza” que genera perniciosos efectos y hace de la violación a la ley algo necesario y normal; “que le hace que robe pero que haga obras” donde el permiso para robar está dado y aceptado, también claro, como algo normal, natural, y derivado de esta costumbre la obra pública pasó a formar parte de las actividades más atractivas y peleadas a la hora de formar gobierno; contratos, negociaciones a oscuras, sobre precios en materiales y servicios, beneficios a parientes y tráfico de influencias para la asignación de obras, pasando por encima de la Ley de Adquisiciones y sin visos de aplicar la de Responsabilidades porque se acepta y tolera el hecho, casi como natural y normal.
El gobierno (los 3 poderes y los 3 ámbitos) y sus partidos se han encargado no solo de mantener las inercias de aceptación y tolerancia social sobre las corruptelas pequeñas y enormes, sino también de mantener las bases legales que fomentan y mantienen la ineficiencia e incapacidad en tanto no existan las sanciones necesaria para enderezar todas las torceduras que mantiene un mal gobierno; la falta de sanciones y la posibilidad de sacarle la vuelta a la ley –“el que hace la regla hace la trampa”- también es natural, es normal; en este contexto debemos analizar la situación y lo que estaría por venir para que podamos impulsar la iniciativa de ir planteando las nuevas normalidades, las nuestras, no las de los políticos, ni las mismas del gobierno, y no se diga las aberrantes prácticas de los partidos políticos.
En mi colaboración anterior –“Hacerlo es necesario”- se plantea iniciar este camino llevando el voto a un nivel superior donde nuestra decisión no sea el acto de un día; si queremos iniciar la nueva normalidad, hacer de ese acto el inicio de la construcción de una verdadera democracia, aquella donde los representantes que resulten electos, representen nuestros intereses; es patético el tráfico de diputados; lo es aún más la burla de la “representación proporcional”, mecanismo e instrumento que anula la participación efectiva.
Salgamos a votar, a demostrar que, si queremos iniciar el camino de nuestras nuevas normalidades, aquellas que estén mirando en el largo plazo.
Una nueva normalidad exige una nueva y mejor relación entre la sociedad y el gobierno; démonos la oportunidad del seguimiento y la fiscalización a las decisiones y acciones del gobierno todo. Este tiempo de peligroso autoritarismo, así lo exige. Acostumbrarnos a lo mejor, a lo bueno para la comunidad. De 1847 a 2020 ya fueron muchos años, 173.
Muchos ¿verdad?
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