Opinión

La navaja de Ockham en la historia de la conquista

Por Luis Alberto Vázquez

«Todo debe ser lo más simple posible pero no más simplificado»
Albert Einstein

El fraile franciscano, Guillermo de Ockham (1280 -1349) especuló: «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable». Es decir, cuando dos teorías con idénticas circunstancias llegan a las mismas consecuencias, la más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja. Esta teoría es conocida como “La navaja de Ockham”, un principio de parsimonia; metodológico y filosófico, el cual no se considera irrefutable y menos un resultado científico.

Opiniones encontradas afirman que «La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera»; en múltiples ocasiones, la opción compleja puede ser la correcta. Además, deben considerarse las evidencias que apoyen la teoría. Así pues, una tesis más simple, pero con menor evidencia no debería ser preferida a una más compleja, pero con mayor prueba matemática o lógica.

La denominación de “navaja de Ockham” surge porque se decía que este monje «afeitaba las barbas de Platón», ya que al aplicarla se obtenía una notable simplicidad ontológica, por contraposición a la filosofía platónica quien llenaba su ontología de entidades imaginarias como su mundo de las ideas. Esta especulación ha encontrado multitud de oposiciones, la consideraron demasiado extrema o imprudente y no aceptan que la máxima simplicidad sea lo auténticamente verdadero.

Hace una semana se celebró el 500 aniversario de la caída de Tenochtitlán y nuevamente surgieron las pasiones, generalmente entre quienes no profundizan en la historia de México y con “indolencia” y hasta “ocurrencias” utilizan el principio antes enunciado, creen y luego pregonan hechos falseados, adulterados e incluso intencionalmente exagerados para incidir en la mente de aquellos que, dogmatizados ciegamente, aplauden lo que prefieren sin analizar; vayamos a casos precisos:

=Cortes quemó o hundió sus naves antes de partir a la conquista del imperio Mexica= (1519). Fantasía cachaza que muchos se tragan y repiten. Recordemos que dos años después, cuando preparó el gran asalto a Tenochtitlán, construyó varios bergantines con piezas de aquellos navíos en los que llegó de Cuba. ¿Qué metal era aquel que soportó las altas temperaturas del fuego sin fundirse, o al menos deformarse? Y si más bien los hundió, ¿Qué buzos sacaron de las profundidades esas pesadas trizas? La realidad la narra el propio Cortés en su tercera Carta de Relación al Rey: “Encalló y embaró” las naves. Inteligentemente no las destruyó, no sabía si tendría que salir huyendo y…

=20 mil prisioneros sacrificados en un solo día en el Templo Mayor=, narra Bernal Díaz del Catillo en su preciosa obra “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”; esa bufonada sirvió a los conquistadores para justificar matanzas de indígenas y a misioneros para implantar la nueva religión; hoy auténticos malinchistas la siguen repitiendo para justificar la conquista. Análisis matemático: Un día común tiene 86,400 segundos; si dividimos 20,000 entre ellos nos da: 4.32 segundos… tiempo que tardaban los sacerdotes en sacrificar a cada prisionero (¿?)

=Los indígenas mesoamericanos eran salvajes y bárbaros=: el mismo Díaz del Castillo en esa obra describe las “Maravillas de la Gran Tenochtitlán” que asombraron a todos por su grandiosidad y decían que en el viejo continente no había nada con que compararlas; menos igualar la riqueza, la gran diversidad de productos, la monumentalidad de los edificios y su planificación arquitectónica:
“…Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, …y aquella calzada tan derecha y por nivel cómo iba México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro Amadís”. “Por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua y todos de cal y canto y aún algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello. No sé cómo lo cuento, ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas como veíamos…”.

Exactamente lo mismo narra Cortés en sus cinco cartas de relación al Rey Carlos I de España: «…tan grande como Sevilla o Córdoba, sus edificios, gentes, costumbres, ritos y el sorprendente mercado de Tlatelolco». (segunda carta)

=Los conquistadores salvaron a los pueblos subyugados de los tributos que pagan a los mexicas=, pregunta: ¿Qué fueron las encomiendas, el quinto real y el diezmo eclesiástico?

La navaja de Ockham no significa renunciar a la crítica, pero puede dar la razón al sabio griego Cleóbulos: “Nada hay en el mundo tan común como la ignorancia y los charlatanes”.

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