Opinión

Informes deshumanizados; ciudadanía ausente

Por Alejandro Buendía

Esta semana el gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, presentó su tercer informe de gobierno. Por los estragos de la pandemia, éste tuvo que ser de manera discreta, con sólo 80 invitados, en el Congreso estatal. La parafernalia, los besa manos por diversas ciudades del estado y la fuerte proyección en medios de comunicación no se pudieron dar en esta edición.

Todo parecería indicar que se hicieron las cosas diferente, sin embargo, el contexto de cerrazón y hostilidad no ha terminado.

Los informes de gobierno, en lugar de fungir como un ejercicio de fiscalización y rendición de cuentas ante la ciudadanía, se han convertido en una disertación de una o dos horas en donde los funcionarios exhiben sus “extraordinarias labores”. La autocrítica no existe, la participación de la ciudadanía es fantasmagórica y los aplausos estériles son el adorno perfecto para una “obligación constitucional” cada vez más vacía.

Cifras, cifras y más cifras. Las estadísticas son los indicadores más fríos del mundo; deshumanizan, dibujan ficciones alejadas a la realidad, maquillan aquellas cosas y situaciones que se ven a diario en las calles, en los cruceros, en los centros de trabajo.

Hablar de informes de gobierno, no importa que sean del gobernador, alcalde, presidente municipal o diputados, es abrazar a la demagogia. La distancia entre el funcionariado y la ciudadanía es cada más más obtusa, más ancha, más lejana.

¿Por qué no avanzamos como sociedad? Porque los mecanismos de participación son complejos y, en algunas ocasiones, inaccesibles. Porque en los gobiernos no caben las críticas, los señalamientos y las observaciones. Porque un funcionario, sea del partido que sea y de la ideología que sea, tiende a rechazar cualquier tipo de retroalimentación; se ofenden y desacreditan a quien emite la crítica.

Nosotros, como ciudadanía, debemos forzar más la cloaca para promover la participación organizada, independiente e institucionalizada.

Construir canales sólidos y seguros de interlocución para poner sobre la mesa temas puntuales que afectan a la ciudadanía, generar indicadores que ayuden a diseñar políticas públicas de prevención y acción en contra de fenómenos negativos que se presentan en la sociedad. Despartidizar las relaciones con gobierno, aumentar la presencia de órganos autónomos e independientes que funjan como garantes de independencia de las instituciones, en fin, la lista es kilométrica.

El trabajo por hacer es gigantesco. Gobierno, por su puesto, continúa manejando su barco hacia el fortalecimiento de su sistema político y de sus objetivos partidistas. Mientras tanto, la ciudadanía coahuilense tiene la oportunidad de organizarse y de sentar las bases para que, en un futuro, un informe de gobierno no sea solamente una cínica exposición del “buen trabajo” que hace cualquier funcionario, sino un verdadero ejercicio de rendición de cuentas que abone a detectar áreas de oportunidad que lleguen a soluciones verdaderas.

El sueño, la utopía, es consolidar un canal abierto, autónomo, independiente y democrático en donde sociedad civil pueda, si así se dan las cosas, incidir de manera directa en las decisiones que impactan a todas y todos.

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