
Hacia una ética de máximos sociocéntrica
Por Luis Alberto Vázquez
¡Ay del que se armó tan sólo para defender su granero
y no se armó para defender primero el pan de todos,
León Felipe
Al ser humano por su propia naturaleza le es indispensable vivir en sociedad; ello le permite coexistir bajo pautas mínimas de convivencia; sueña además vincularse pacífica y armoniosamente y así alcanzar su máxima realización personal; siempre bajo normas morales que rijan su vida; los comportamientos están acorde al contenido de estas reglas y la visión del ser humano y de la sociedad como tal evolucionan con ella. La ética es dinámica, es accionar humano; lo que antes fue tal vez hoy ya sea contrario.
La filósofa española Adela Cortina crea su teoría sobre éticas de mínimos o de lo justo y de máximos o de la felicidad. Fundamenta como “ética de mínimos” normas universales con una esencial legalidad y orden que una sociedad necesita para subsistir; valores, ideas y principios que los ciudadanos de una comunidad comparten por consenso como una auténtica «maduración ética». En estadios históricos anteriores eran ínfimos sus alcances; los reyes asirios relataban en columnas cruentas matanzas de prisioneros vencidos, en los coliseos romanos la suprema piedad era perdonar la vida a un gladiador valiente, lo normal era matar al vencido; los franceses revolucionarios gritaban de júbilo al ver caer una cabeza guillotinada y, en fin, esos mínimos eran generalmente sádicos a nuestros criterios actuales.
Las éticas de máximos surgen de las actitudes y adopción de valores personales, familiares y/o sociales que alcanzan “cúspides éticas plenificantes” libremente aceptadas propugnando una vida buena, digna de ser vivida e invitan a otras personas a imitarlos a través de la argumentación y el testimonio; no pueden imponerse por la fuerza. Lo importante es potenciar la ética civil con iniciativas acordes a la naturaleza de cada sociedad y sus deberes. Consideran que la vida tiene una finalidad que es su plenitud: vivir bien y hacer el bien.
Es normal que cierto sector entienda rápidamente que deben hacerse cambios en la ética cívica; para ello debe tratar de convencer al conjunto social con procedimientos democráticos y formas no violentas. Primar la felicidad de todos satisfaciendo las necesidades de la mayoría antes de enriquecer a unos pocos, es cualidad de la ética socio-antropocéntrica.
Aunque ha habido cambios sustanciales en la visión ética social, algunas imágenes del pasado se reiteran: (un militar nazi disparando a un judío prisionero similar a un soldado yanqui asesinando iraquíes o indocumentados negros o latinos; un sicario del narco disparando a ciudadanos, un conservador amante de la aporofobia exigiendo suprimir las leyes que otorgan pensiones a ancianos y discapacitados; comunicadores distorsionando textos para dañar la imagen de su enemigo político), Todas estas personas son exactamente igual de perversas; éticamente hablando.
El sentido utilitarista que domina en nuestras sociedades establece que la razón de ser de ellas es el crecimiento económico y tecnológico, pero resulta normalmente que en este proceso no se respeta ni se fortalece la dignidad de la persona humana, sino que lo importante es la generación de bienes materiales y riquezas financieras; ello para nada representa una prosperidad verdaderamente humana.
Una comunidad justa, en el sentido ético social, es aquella en la cual se establece como prioridad la persona humana y su dignidad única e irrepetible; su respeto y reconocimiento en condiciones culturales, educativas, materiales, económicas, políticas y espirituales que permitan el acceso a una vida sustentable a través de una distribución justa que fortifique el “desarrollo humano” como única alternativa filantrópica, porque una sociedad próspera ética no es la que tiene más riquezas, sino menos pobreza.
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La aretología se ocupa de las virtudes, destacando de ellas aquellas que protegen a los grupos vulnerables sin clasismo, racismo y/o machismo; busca evitar el trato despectivo a ancianos y discapacitados que antes se abandonaban o encerraban por “vergüenza” así como a personas con preferencias sexuales diferentes a las que los neonazis quieren destruir. En su crecimiento humanista busca hiperbienes morales sin acomodar los principios éticos al «egoísmo», evitando privilegios babélicos con intenciones políticas de los grupos de mayor influencia económicas y, recientemente, judicializando beneficios a los desprotegidos.

