Desconfianza
Por Mario Luis Fuentes, Excelsior
Confiar en los demás es siempre un acto de necesidad, a la vez que de generosidad. Necesitamos confiar en los demás cuando requerimos ayuda, pero también cuando nos es solicitada; es insustituible para generar acuerdos y poner en marcha proyectos en común.
Confiar en los demás representa siempre la posibilidad de estar con los demás; implica la posibilidad de construir de la mano de los otros un sendero y un camino posible en donde la solidaridad y la fraternidad se ponen por delante de la envidia y de la codicia.
Otorgar nuestra confianza en alguien representa un acto de renuncia, pues implica poner en las manos del otro un conjunto de sentimientos, emociones, hechos o cosas. Así de radical es la cuestión; de ahí que no es exagerada la idea de que, en ocasiones, ponemos el corazón y la vida en Otro.
Sin confianza la vida civilizada es imposible. De ahí que las principales instituciones modernas están cimentadas sobre este principio. Los mercados contemporáneos, desde su gestación en el siglo XII, han exigido siempre esta relación de reciprocidad.
Los pactos políticos, en todos los sistemas y órdenes de gobierno, pero sobre todo en la democracia, exigen de la confianza como elemento central, desde la generación de reglas de diálogo para la construcción de consensos, hasta la continua revisión y reforma tanto de los marcos jurídicos, el funcionamiento de los aparatos de impartición de justicia, así como de todos los mecanismos y procesos de gobierno y rendición de cuentas.