Artemio Cruz y la plutocracia revolucionaria pc 29 laguna
Opinión

Artemio Cruz y la plutocracia revolucionaria

Por Luis Alberto Vázquez

“Un político pobre es un pobre político”
Carlos Hank González

Antes que termine el mes de la Revolución, permítaseme recordar al coloso de la literatura mexicana Carlos Fuentes, en su más prestigiada novela histórica: “La muerte de Artemio Cruz” (1962) y, con metáforas, analizar la creación de la llamada “Familia Revolucionaria” que tanto daño ha hecho a nuestro pueblo.

Todos los grandes líderes revolucionarios murieron asesinados; situación aprovechada por enanos de la casta militar, como el Artemio Cruz de Fuentes; quienes le entraron “A la Bola” desde la nada, incluso con ilusiones altruistas, creían en la justicia social y la democracia; buscan un mundo mejor para los desprotegidos, los humillados por el porfirismo y el capitalismo; sin embargo, fueron cautivados por el sistema corrupto del partido creado por Calles. A base de fraudes, traiciones, asesinatos, tras marchitarse aquellos ideales idealistas, lograron escalar posiciones políticas y económicas y sin escrúpulos, terminar mediante engaños, intrigas y planes maquiavélicos obteniendo lo mismo una esposa burguesa que una riqueza inigualable, incluso superior a la de los científicos que combatieron en la lucha de 1910-13; se autoconvencieron que la “Revolución les hizo justicia”.

Artemio como empresario, se convierte en un tirano capitalista que, con puño de hierro obliga a sus empleados a laborar jornadas inhumanas con salarios miserables, incluso asegurando que él era de izquierda, luchador de los derechos sociales; enemigo de la corrupción y la desigualdad social; pero en la realidad superaba en todo a lo que criticaba de los hacendados porfirista que combatió en su juventud. Terminó siendo un monstruo que se benefició con prebendas gubernamentales como exenciones de impuestos y grandes festines con dinero del erario; aunque se cuidaba de que no lo descubrieran, incluso ni en sus más cercanos familiares confiaba ya que temía que también ellos lo traicionaron, como él lo había hecho con tantos y tantos “amigos”.

En plena agonía, Artemio Cruz, viejo, con la boca seca y sabor a centavos viejos, se enfrenta, sin ningún remordimiento a su destino final, triste, solitario, ya sin ese ego que lo llevó a ningunear sus mejores aliados de aquellos años, ahora soportando a esos zopilotes familiares que esperan ansiosos su deceso para repartirse la herencia. No encuentra un sentido a lo que vivió; ahora se da cuenta que transmutó su libertad y dignidad por el poder. Si bien triunfó en la vida política, miembro destacado del partido en el poder que dominó absolutamente México durante el siglo XX, ahora está solo, abandonado, esperando simplemente el tiro de gracia que ya ha salido del fúsil popular y lo conduce al Mictlán de la historia. ¿Dónde quedaron aquellos principios nobles, la vida entregada por caudillos que soñaban con lograr la igualdad entre todos los mexicanos?

La vida de Artemio Cruz refleja lo que se vivió finalmente con esa revolución que no logró llevar el beneficio a quienes lucharon en ella, sino que significó el mantenimiento de gigantescos grupos miserables, paupérrimos frente a pocos multimillonarios, enriquecidos. con el poder político y tras haberse casado con cónyuges que representan la burguesía liberal.

El sistema político forjado por Calles fue tan perfecto que logró incluso crear una oposición formada por todos los partidos políticos mexicanos de la primera mitad del siglo XX, (independientemente de su línea ideológica), unos desaparecidos (PARM y PPS) y sus carnales subsistentes, aunque ya en plena agonía, pero los que, finalmente terminaron uniéndose en lo electoral y resultando más corruptos que el original, ejemplo: cuanto estos supuestos opositores se “maicearon” hasta con alguna “Punta Diamante” para que ellos quemaran las boletas de fraudes electorales, mientras muchos auténticos “Coroneles no tuvieron quien le escribiera”.

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También germinaron en esta jungla algunos intelectuales “domesticados” que se beneficiaron con la revuelta ideológica que planteó la Postrevolución” como Vicente Lombardo Toledano; (uno de los 7 sabios de México) quien saltó de gritar “Será traición a la patria votar a favor de la reelección del presidente” y él ratificó la de Álvaro Obregón en 1928; luego apodó a Plutarco Elías Calles el “Jefe Máximo de la Revolución Mexicana y a Miguel Alemán el “Cachorro de la Revolución”, grajeándose el favor de los poderosos como tantos doctos aduladores que le imitaron en las décadas posteriores.

La Revolución Mexicana tuvo muchos momentos agonizantes: un día se bajó del caballo y se subió al Cadillac (Y no exactamente aquel que quisieron regalarle en su cumpleaños a doña María Izaguirre de Ruiz Cortines); pero el tiro de gracia lo recibió bajo el salinato, cuando desaparecieron los pocos beneficios que ésta había logrado para los menos favorecidos. Actualizando metafóricamente el libro bíblico de Daniel, capítulo cinco, creo que estas castas que saquearon los tesoros del templo y en sus vasos sagrados consumieron el alimento del pueblo, ya han sido: “Contadas, Pesadas y Divididas”…

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